Por Carlos Andrés Jaramillo
Filósofo, escritor y poeta
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Foto: Julián Ospina |
No siempre hemos leído en silencio. Hasta el siglo XVI de nuestra era, no fue una práctica corriente. Tanto el poeta, como el senador o el monje copista de la antigüedad escribían calladamente, pero leían sus textos en voz alta, delante de otros. No importaba si era un poema, una réplica aguda a cualquier ofensa o una fatigosa prueba de la existencia de Dios. La voz humana nunca dejó de escucharse, ni siquiera en las lecturas calladas, menos frecuentes, donde el lector se escuchaba así mismo. No se leía en silencio, pero había un silencio que escuchaba. Hoy, sin embargo, hemos llegado a un momento de la historia, en el que, por la alta tecnificación de nuestra civilización, incluso pensar es difícil y escucharse a uno mismo, en ocasiones, un reto. La cantidad de ruido humano, que es ínfimo, comparado con los ruidos de la naturaleza, impide muchas veces comunicarse.