Hablar de Paz es abarcar una palabra que encierra todo tipo de compromisos, compromisos dispuestos para toda la población, hasta la más hostil y afectada por el conflicto. Y es que hay palabras clave, unas más relevantes que otras, tales como justicia y y equidad.
No sé qué tan agudas puedan ser estos dos conjuntos de letras y tampoco sé si el oído pueda percibirlas y disolverlas. Pero sí soy consciente de que hay que destruir ese hiato que las separa y que evita su coherencia; ese hiato llamado apatía, y ésta sí que es una densa, muy densa palabra.
Si nos detenemos a pensar un momento, si nos salimos del texto y le quitamos un poquito de sentido que le aportará más coherencia y pensamos en ese hiato, creo que aclararemos que apatía es la poca importancia que se le da a las cosas, es ese sucio que estropea nuestra vista pero que tampoco queremos limpiar.
Y volvamos, el derrumbamiento del hiato no es una firma en un papel probablemente a olvidar y a dejar en la nada, es una construcción social que implica abrir los poros y dejar penetrar la necesidad social. ¿Y por qué los poros? Sí, porque si abrimos los oídos, es probable que el sonido busque una salida de él y lo haga por el otro. Entonces, si vemos que la casa del vecino se está cayendo por falta de una viga, sin perjudicarnos, podríamos sacrificar una para que las condiciones mejoren. Esta situación la podemos transportar al contexto social en su ámbito de educación y aceptación.
Total, que el acto no sea producir un sonido o vocalizar una palabra -que también es un acto- sino que el acto sea la búsqueda del bien personal que genere el bien común. La paz es de todos y se debe firmar con el corazón.