Por Grivanessa Cortés Muñoz, 11°
Imelda Obando Flórez, nació el 5 de Diciembre 1944 en el hospital San Vicente de Paúl en Pueblorrico-Antioquia. Era hija de Luis Ángel Obando y Blandina Flórez, tiene 7 hermanos y 1 hermana. Su papá trabajaba en oficios varios y la mamá se dedicaba a las labores del hogar y a coser. La bautizaron en el templo San Antonio de Padua y sus padrinos le dieron como regalo una muñeca, la cual llamo “Carolina” y aún conserva. Desde allí nació su amor por las muñecas.
“Me aburrí porque la profe me pegaba con una regla ya que yo llegaba tarde debido a que me quedaba ayudándole hacer el desayuno a mi mamá y oficios en la casa”, dice. Por esta razón decidió salirse de la escuela y quedarse en la casa ayudándole con los oficios a su mamá.
Así fue como Imelda creció, como una niña muy bien levantada en su casa; la cual no aceptaba ni le permitía a ningún “pollo” que le dieran detalles o picos, pues piensa así: “Qué pereza novios porque ellos le dan picos a uno y le dejan toda babeada la boca. ¡Guacala!” Pero manifiesta que siempre fue alegre y que desde su adolescencia empezó a bailar y caracterizándose siempre por ser muy entusiasta y divertida. Celebró su fiesta de 15 años en la que solo contaron con la presencia de sus padres y hermanos ya que fue una celebración sencilla y modesta, teniendo en cuenta que su familia no tenía un alto nivel social y mucho menos económico.
Cumplidos 16 años su padre falleció de un infarto y recuerda que las últimas palabras que ella le dijo era donde le advertía que no se subiera a un tejado porque se podría caer de allá; desde ahí empezó su vida a desatarse ya que muchos de sus hermanos deciden irse de su casa hacia la ciudad y comienzan a conformar sus propias familias. Dándole la oportunidad a Imelda de “salir de fiesta”, tener más vida social y de tener una relación más profunda con su madre.
Foto por: José Manuel Ospina, 11° |
Imelda se convirtió en la más querida de la cuadra, y sus obsequios casi siempre eran muñecas ya que siempre las pedía y las recolectaba tomándolas como su mejor compañía en aquel rancho en el que iba envejeciendo.
Se fue acercando a la iglesia porque sentía que en aquel lugar podía llenar sus vacíos y como no había cursado ningún grado escolar completamente decidió meterse a una fundación alfabetizadora donde tomaba sus clases en las noches, pero no le dio muy buen resultado, y aunque no fue así le dieron un diploma dizque por ser “aplicada”.
Así se le pasó la vida a Imelda; nunca quiso conformar familia, ni mucho menos abandonar aquel lugar donde había pasado toda su vida. Empieza a trabajar en la iglesia pero el padre decide quitarle su empleo como aseadora porque un día le tiró la trapera a una señora en los pies.
“Viejas hijueputas, chismosas” dice, y el padre decide brindarle un segundo empleo vendiendo las boletas parroquiales, pero ligero también deja de hacerlo debido a la mala situación económica. Entonces Imelda se dedicó únicamente a participar activamente en las fiestas pascuales y acolitando a los sacerdotes; no falta cada ocho días a la misa pues para ella Dios es algo primordial.
A partir de los 60 años Imelda comienza a vincularse con el Centro Vida, pues a Javier y a sus hermanos no les queda fácil seguir ayudándole tanto como lo hacían antes. Allí ella empieza a participar en las danzas y en las actividades que allí le ofrecen. Cosas como bingos, gimnasias, paseos y el subsidio de parte del gobierno. Pero debido a que su edad ya está avanzada le tocó limitarse en algunas de aquellas actividades principalmente a las danzas ya que le surgió una enfermedad en las rodillas la cual se lo impide, pero asegura que en los paseos que suelen realizar, es de las más alborotadas y animadas.
Su casa se encuentra en un mal estado, pues gran parte se ha deteriorado de una manera conmovedora pero es allí donde quiere terminar sus últimos días.
Actualmente se dedica a cuidar de sus miles de muñecas que fue recolectando poco a poco, pasa sus tiempos libres en las actividades que le brinda el Centro Vida, celebra todo el diciembre junto algunos de sus hermanos y las familias de ellos, y dice que aunque no puede consumir licor, baila y parrandea junto a ellos pues este mes es de felicidad y alegría absoluta, le encantan las flores, gatos y celebrar las fechas especiales para comer mucha torta.
Siendo una de las figuras más conocidas y queridas en el municipio, con algunas amigas como lo son Margarita Gil y sus hijas, Ángela y Flor la de la tienda está con los brazos abiertos para cuando sus familiares la visiten. Imelda, sin importarle las limitaciones, cada día más enamorada de la vida, con sus muñecas, su alegría y en el único lugar que conoce toda su historia, cada detalle insignificante, cada minucia y la verdad absoluta. Ella desea terminar su vida ahí, en el rancho la vio nacer y la verá morir pasando su vida entre muñecas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario