Por Juan López Sánchez, 7°.
Dos lágrimas brotan de la delicada alma que cobija mi cuerpo, pequeñas y saladas pero arrasadoras de dolores y en una repetición lenta pero desgarrante logro desahogar aquellos sentimientos que florecen en mi alma.
A veces no quisiera sentir ni el más mínimo tacto con un objeto, pero el hombre engendra su propio destino y sigue un camino que no sabrá jamás si es el adecuado aunque tendrá que seguirlo por sus metas por tener en cuenta que solo luchando podrá llegar a lo prometido, pero espera un momento, la felicidad no la da la meta prometida, y sí, ya sé que la meta sacará nuestra avaricia. La felicidad y la alegría lo darán aquellos bellos momentos que tuviste a lo largo del sendero y más si en el camino hacen buena compañía, si de los aprendizajes queda la tranquilidad de saber que los problemas están resueltos, de saber que hay más por resolver, estos son los momentos más disfrutados de la vida y tal vez suene ilógico por la manera tan directamente dicha.
Yo daría hasta lo que me puede faltar por retroceder el tiempo. ¿Sabes? Yo fui una persona controladora, traté de retratarme a la perfección, sabiendo que no existe, tuve preocupación por las lenguas retratadas sin darme amor propio.
Incluso escupí a los pies de personas que me tendían su mano en momentos difíciles, ya ves porque me arrepiento de haber vivido tan deprisa y al mirar hacia atrás he podido jurar que ni me conozco, así que tú, solo mírame como un melancólico que llora y que derrama lágrimas por lo que ya no se puede enmendar, solo lo hace por aliviar solo un pequeño trozo de su gran pena o para desahogar el agua salada y estancada de sus recuerdos.
Yo solo miro este pequeño reloj en mi mano esperando y lo reseteo día a día esperanzado en retroceder el tiempo.
Mientras se cumple mi anhelado deseo dos lagrimas me acompañan.
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