25 abr 2017

GUILLERMO FERNÁNDEZ: DE CONOCIMIENTO Y DE FLORES

Al llegar a la oficina de Guillermo Fernández me encontré con una mata de coca, la vi, la toqué y la admiré. Esa mata no me mató. Lo juro. Ayer me dieron en Notaría un certificado de que estaba vivo. Aun cuando casi no me creen porque estaba calvo y en la cédula peludo. Hasta a mí me entró la duda y me palpé, por si las moscas.

Llegué al colegio después de viajar en moto. Había pasado por el cementerio y antes los conductores me habían dado la bienvenida mediante un aviso a la derecha. Más abajo en una línea decía AGC con marcador, esas letras atropelladas estaban tapando la señal de tránsito y, al no poder verla, casi doy contra el vacío; amén de mi indignación por haber visto antes que estaban “precentes”, con lo que reflexioné que la ortografía podría servir para la vida y no para presentes impresentables. 

Fotos de Julián María Ospina. 
En fin, la mata que no mata, en la oficina de Guillermo, que no es una oficina común y corriente, si no un nicho, una especie de laboratorio silvestre (nunca he visto otra igual) donde por las tardes se escucha la emisora de la Universidad de Antioquia y a veces rock, canción social o noticias. Entre cactus, plantas e interesantes materiales de y para el aprendizaje de la biología, Guillermo siempre está estudiando, abre una u otra enciclopedia, da click allá, activa un micrófono, navega, rie, rabia, calla, toma un esqueleto o cuerpo desnudo con las vísceras expuestas y sale para el salón como un gitano que trae a los pueblos lo desconocido y maravilloso. Guillermo también cumple diariamente el rito de tomarse un tinto con cigarrillo.

Esta y las siguientes fotos viven en el la I. E. El Salvador, Pueblorrico-Ant.
La mano de Guillermo poda el rosal del patio del colegio y él es el garante de que la zona verde del colegio sea colorida de abril a abril. En los actos cívicos, mientras se rezan himnos patrios o padrenuestros, Guillermo aprovecha para acariciar las flores que cuelgan o las que están por los corredores. Mejor jardinear que participar en actos insulsos.

En horas sociales Guillermo elige muy bien unos cuántos acólitos que le charlan mientras el jardín se transforma y el rocío brilla en agradecimiento. La planta antigua de El Salvador es hermosa, porque un tapial y un rosal lo son. Y porque Guillermo cuida las flores, siguiendo la luna de sus conocimientos científicos. Los mismos a los que Guillermo Fernández, a sus 63 años, se arroja con pasión y desde los que se declara ateo con todo y que el lema del colegio declare: “A Dios por la ciencia”. Guillermo va hasta la ciencia y no llega a Dios por la religión, a pesar de que el asunto de Dios no se despache así no más, pues no es la religión la única vía de comprensión o contemplación del Misterio, y Dios no es propiedad privada de la religión, a pesar de ellas y su bendición a las armas. Guillermo es aficionado a la ingeniería genética, a los números y encantado por las teorías de la evolución. En la escuela -y esto sano-: Ironiza, cuestiona, aporta.

Esta definición por la ciencia en él se muestra a veces juguetona y se decanta hacia cierta buena literatura o arte que se le cuelan en la biblioteca de su casa o la que tiene en su laboratorio silvestre dotado con buena tecnología audiovisual, como recurso potente para unas clases que los estudiantes reconocen estructuradas y exigentes. Esto que se le filtra es sobre todo de noche o con un amigo medio hippie que se le cruce por un momento en la resaca. Y es que son los amigos los que han contribuido a estas perversas inclinaciones por los buenos libros, la buena música. En Fredonia, su pueblo natal, pertenece al Club de Música, una corporación cultural que convoca amigos artistas y de otras pelambres que hace de los libros, la música y otros alimentos terrestres, motivo de encuentro y celebración. De hecho fueron estas cosas las que le dieron cierta amistad con gran maestro de la escultura Rodrigo Arenas Betancur, como el escritor Camilo Betancur, también Fredonauta

Guillermo siempre está estudiando, construyendo y cuidando sus espacios, o gozándose unos buenos destilados en su soledad, en la que no sé si llora como uno cualquiera de nosotros. Recuerda a su hija, ya adulta, o sus días en Ayapel, donde se desempeñaba como zootecnista y donde el espíritu de la fiesta también lo asistió con sus sombras y fogonazos.

Hace 11 años comienza a trabajar en la docencia, consciente de que no se va a jubilar, razón por la que todas sus noches en soledad o con amigos son júbilo, en casa. Razón por la que también, en el colegio no es un mero operario que espera nómina a fin de mes, si no el tipo comprometido con la planeación y evaluación de sus cátedras y explicaciones. El conocimiento requiere cultivo y como las flores es serio. Y las flores son bellas como el conocimiento. Guillermo lo sabe. Y porque lo sabe, lo vive. Si es de día en ese maravilloso laboratorio silvestre y de allí a las aulas o al jardín. Y del jardín a la noche exacta del tiempo, la que a Guillermo como a todos los mortales embriaga de vino y misterio. 

Salud, Guillermo. Y qué tal si brindamos por este bendito poema del "poeta maldito" Charles Baudelaire en su libro Spleen de París:

Hay que estar siempre ebrio. Esto es lo único. Para no sentir el horrible fardo del tiempo que rompe vuestros hombros y os inclina hacia la tierra, hay que emborracharse sin tregua. ¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como gustéis. Pero embriagaos. Y si alguna vez, en la escalera de un palacio, o en el borde de un foso, o en la soledad melancólica de vuestro cuarto despertáis ya disminuida o desaparecida la embriaguez, pedidle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es. Y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, os contestarán: “Es hora de embriagarse. Para no ser los esclavos martirizados por el tiempo, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud, como gustéis.”

1 comentario:

  1. Un gran docente con una vasta formación académica. Todos sus conocimientos los aplica a las plantas y a los animales.

    Y un bello texto que resalta la labor de un docente comprometido con su trabajo, con su pueblo, con sus estudiantes. Muchas felicitaciones para el docente homenajeado en el blog y muchas felicitaciones a quien escribe.

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