6 abr 2017

BIOGRAFÍA LECTORA*


Mientras me encontraba en un ambiente de juego y travesuras de niño, teniendo cuatro años y medio empecé a relacionarme con el mundo de las letras. Todo inició con la intención que tenía mi madre de que empezara a identificar las vocales y las consonantes, a sabiendas de que pronto entraría a la escuela. En esos días en mi hogar también fui instruido en cosas básicas para el inicio en la cultura escrita tales como manejar un lápiz y las líneas de un renglón. También le debo mucha gratitud a una tía que era docente y me regalaba cartillas para dibujar, hacer lectura de imágenes y hacer operaciones matemáticas básicas.
Ingresé a la escuela. Ya conocía las vocales y las consonantes, aprendí los signos de puntuación. Las actividades prácticas consistían en buscar letras y palabras en periódicos para pegarlas en mi cuaderno. Paulo Freire[1] en referencia a la inserción en la cultura escrita nos pone de manifiesto que: “la lectura del mundo precede a la lectura de palabra”, mi experiencia inicial con la lectura fue contraria. El paso a seguir fue la transliteración de “Nacho lee”, donde siguiendo un proceso secuencial de acceso a las letras llegue a mi primera lectura “Rin rin renacuajo”. Posteriormente, por instrucción de mi docente leía algunas fabulas de Rafael Pombo, Esopo. A medida que pasaba el tiempo la intensidad de lectura y escritura fue aumentando ya que todas las áreas se trabajaban por medio de cartillas y manuales, simultáneamente empecé a conocer muchas palabras nuevas, cuentos e historias.

Siento que en ese momento el enfoque gramatical del lenguaje me frustró y provocó tedio en referencia a la lectura y la escritura, en la clase de lenguaje solucionaba talleres que planteaban las cartillas. Eran menos las oportunidades para aportar puntos de vista, formas de ver o afrontar las cosas. También transcribía extensos textos con el objetivo de aprender ortografía, ser más diestro y ágil a la hora de escribir. De esta experiencia en la primaria conservo algo muy importante, aprendí a “leer y escribir”. 

En este punto, es útil aclarar que en mi familia la lectura no era una pasión ni un hábito. Lamento que desde pequeño no me hayan heredado ese inmenso placer de practicar la lectura como una pasión, como la puerta a otros mundos posibles y para resolver dudas de la vida cotidiana.


Pintura de  Mike Stilkey
Luego inicié el ciclo de secundaria en la I.E. El Salvador. Recuerdo muchos de mis docentes por la calidad de personas que eran, modelos a seguir: por su pasión y energía. Mi primera lectura fue “Juan Salvador Gaviota” de Richard Bach en el área de lengua castellana. Debíamos hacer un resumen y buscar las palabras desconocidas. Me causo interés por la manera envolvente del narrador para describir un entorno lleno de aves y sus problemáticas. Para clase también leímos Juventud en Éxtasis, El Caballero de la Armadura oxidada, Pedro Páramo, El Lazarillo de Tormes, Cantares del Mío Cid. 

En esta línea de ideas, cuento que tuve el honor de ingresar a la Universidad de Antioquia, para realizar mi pregrado en Educación básica y Lengua Castellana. Se dio la oportunidad de un nuevo cruce con la lectura, la escritura y la literatura. Ha sido hermoso reencontrarme y dejarme cautivar de la literatura, de la diversidad de textos, conocer tantos mundos posibles. Es valiosísimo adentrarse y conocer el mundo de las letras, el arte de la palabra, la majestuosidad de las voces de tantos pensamientos. 

Detalle de Mural de W. Peláez
Hasta el día de hoy he leído algunos libros, literatura griega, latina, española, europea, erótica, novela, poesía, cuento, artículos de opinión, entre otros. Entre los textos que me han fascinado tenemos: Berenice de Edgar Allan Poe, La Insoportable Levedad Del Ser de Milan Kundera, Bifidus Activos, El Olvido Que Seremos de Héctor Abad Faciolince, Tu risa de Pablo Neruda y Pluma de Ganso de Nilma Lacerda -donde se relata la historia de una pequeña que lucha contra todo a su paso con el fin de aprender a leer y escribir. En fin, son muchos los textos que me apasiona leer y releo porque cada vez los comprendo desde diferentes ópticas. 

En conclusión, leemos para pensar, para comprender, para incorporar los textos a nuestro ser –como lo dice Zuleta[2]-, para analizar, para enamorarnos y dejarnos sorprender de las tramas, para informarnos, para discernir, para aprender a hablar, para enriquecernos lingüísticamente, para tomar posición crítica y reflexionar; se lee por pasión y porque se cree en la fuerza del lenguaje para hacernos mejores personas y mejores ciudadanos. 

[1] “La importancia del acto de leer”. Paulo Freire. 

[2] “Sobre la lectura”, Estanislao Zuleta. 

*Por Juan Felipe Ramírez Usma.
Estudiante de Licenciatura en educación básica con énfasis en humanidades, lengua castellana. En la Universidad de Antioquia. 

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