16 mar 2017

JESÚS SALVADOR HERNÁNDEZ, TALL-ARTE



“Nací en 1950. Estaba la idea de que ese era un año santo. Y el que naciera iba a ser un gran religioso o artista. “Mi mamá me contaba esa historia y que yo tenía que ser muy buena gente. Y gracias a Dios soy buena gente. No sé qué pensarán los demás". Así habla Jesús Salvador Hernández, artista, escultor y tallador de madera de Pueblorrico, nativo de la vereda La Estrella de Jericó, Antioquia, quien también evoca que "de niño jugué con cauchera y mataba animales, porque esa era la goma. Ya me pesó y hace muchos años no mato un animal. Me arrepiento de haber matado algunos animalitos. Ya no mato ninguno. El único animal que mato ahora es la cucaracha y eso porque está en la cocina haciendo mugre. Soy amante de la naturaleza”. 

Trabajó como líder de las Escuelas Campesinas de la Acción Cultural Popular y las Escuelas Radiofónicas. Estudió en Caldas, en Sutatenza-Boyacá con la Acción Cultural Popular. Y con este trabajo relacionado con la “educación fundamental integral” conoció muchas partes del país: Cimitarra-Santander, Puerto Triunfo-Antioquia, Nariño-Antioquia, Condoto, Andagoya, Inmina – Choco, Timaná – Huila. Al regreso de este trabajo llegó a Pueblorrico a trabajar en el colegio en servicios generales durante 29 años contados a partir de 1977. Se trajo la familia y fue en el colegio donde aprendió tanto de cultura, al lado de generaciones de estudiantes, profesores, rectores. Inclusive le ayudaba a hacer tareas de estudiantes de bachillerato. 


La idea de tallar le viene desde el principio. A cualquier pueblo o ciudad a la que viajaba buscaba siempre los museos, las ferias artesanales o los libros. Sin embargo, fue cuando inició a trabajar en el colegio que se afianzó su vocación por la talla ya que tenía tiempo libre y espacio “para que se no volviera ahí como un vicio sin hacer nada”. Entonces halló en la madera una forma de enriquecer el ocio. Y así fue aprendiendo. 

Inició con una navajita tallando en pequeños pedazos de pino, tolúa o cedro. “Con el tiempo fue descubriendo que había otro material que por aquí abundaba: la raíz de comino. Pues si habían existido los árboles de comino en la época de la colonia tenían que existir las raíces”. Se iba para las montañas de La Trocha, con su sobrino y William Peláez a encontrar esas raíces. Y como esa forma natural le parecía muy hermosa le daban ganas de hacerles algo a esas raíces: Primero limpiarlas, asearlas y quitarles el hongo, la basura, la tierra. Primero en seco y después con cepillo y agua. A algunas les daba una forma abstracta, en línea con la que ya las raíces extrañamente poseen y después vio que había que darle otra recreación a la obra para que el espectador le viera otra forma distinta. 

En este crecimiento formativo como artista la admiración a los artistas fue y ha sido también un factor que le permitió entender su formación como tallador y escultor. Es así que admiró con embeleso a Rodrigo Arenas Betancur, Rodrigo González y Luis Alberto Acuña. Pero no solo se maravilló con esto artistas, pues Salvador Hernández admira así a nivel mundial a mucha gente. Es un admirador del arte, de la mitología, de la religión y de los amigos.

En severas raíces, que sobreviven a generaciones como otrora árboles que alguna vez arraigaron, J. Salvador Hernández ha tallado las escenas cotidianas: al barrendero, la hilandera, pilandero, la señora masando arepas, personas bañándose, el arriero con su mula, etc. Y tuvo una amplia colección de búhos que la gente llevaba mucho. Cada día se hacía uno distinto. Hasta quince búhos se llegaron a llevar en aquella época y el los echó a volar en esas raíces que tallaba con esa paciencia que en los artistas es una virtud del espíritu y una forma de resistencia. 

Los motivos de sus obras son a veces una mera raíz, bien limpiada y conservada cuya abstracción genera una sensación de belleza, angustia, melancolía, misterio... O recreaciones de la naturaleza: los elementales, caballos, pájaros, árboles. Pero principalmente sus motivos son humanos: rostros, pesebres, el Quijote de la Mancha, seres de la mitología griega: la Medusa, Perseo, el dios del fuego, el aire, la guerra. "Pero lo que más me inspira es Cristo", dice.

Salvador Hernández ha expuesto en la Casa de la Cultura, en el Palacio Municipal de Pueblorrico, en Valle del Paraíso, en Tarso, Jericó, en el Salón Departamental de Arte en Medellín y en la Casa de Antioquia, en Bogotá. Su obra, esa lenta talla de las raíces con gubias, cinceles, un mazo de abarco y una navaja ha atravesado fronteras: Estocolmo, Italia, Estados Unidos, Alemania, Costa Rica, México. 

El acabado de sus obras lo hace con lija y nunca le ha gustado pintarlas. Los acabados son solo matices, unos envejecidos que se aplican con el barniz mate, cera líquida, betún o brea. No le pone colores, dice él, para respetar la originalidad de la raíz que ya por sí sola es una obra de arte. 

La talla “es mi ocio, me encanta porque olvido de toda la problemática, me olvido, inclusive, hasta de comer”, la talla en madera de comino proveniente de la reserva forestal La Trocha, es algo que “lo va enriqueciendo a uno espiritualmente. Eso es lo bueno que me gusta a mí de arte, la talla en madera”. Todos los días talla, sea un bastón, una artesanía, las crucecitas, notas musicales, maripositas o las raíces ya más grandes. Es el ocio de todos los días, su arte de raíz, su contacto íntimo con la creación que es, a un tiempo, el arte y la naturaleza.

Otra pasión o vocación que Salvador Hernández posee es la lectura. Era distribuidor de Círculos de Lectores un tiempo en Pueblorrico, vendía libros y la satisfacción que le daba este noble oficio “era ver libros tan hermosos y poder hacerme una colección”. Pues las colecciones, esa culto a la memoria, lo han apasionado. De ahí que coleccione latas de cervezas, búhos, cámaras fotográficas, llaveros, monedas, billetes, sellos, imágenes religiosas y artículos de Nacional, el equipo de fútbol del que es hincha. También colecciona semillas: congolos ojo de vaca, congolo ojo de ciervo, los chochos, las chiras, las chaquiras, semillas de táparo, comino, roble, caimo, durazno. Gracias a esto y a su arte principal la talla en madera —también talla en piedra— su casa es un pequeño palacio dedicado a la memoria y a la creación. 

Mural de la casa de J. Salvador Hernández, hecho por William Peláez
Salvador Hérnandez, vivo y activo, también está en la caminería que vincula no solo a la gente, el paisaje, la cultura, el arte. La caminería para él es un ejercicio mental, una pasión que lo llevó a crear el Grupo de Caminantes Huellas de Pueblorrico que hoy cuenta con 17 años y han sido embajadores del Municipio en encuentros nacionales de caminantes y en las regiones de Colombia por las que han caminado, trochas, senderos, veredas, montañas, paisajiando y compartiendo con otros caminantes en Necoclí, San Vicente de Chucurí-Santander, Tibasosa-Boyacá, Pereira, Finlandia-Quindío, Guatapé, Carolina del Príncipe, Támesis, entre otros caminos donde han dejado huella. 

Es guía turístico y ecológico de Pueblorrico. “Lo que más me gusta explicarles es el camino, la ganancia del camino, por qué el camino ya no es camino y lo están destruyendo porque lo convirtieron en algo privado. Y el camino es la historia del pueblo. Por todo camino entró la historia de un pueblo: por ahí entraron los colonos, los arrieros, las cargas, todo lo que se necesita para un pueblo. Y es lo que le explico a la gente, tratar de conservar el camino porque todos fuimos caminantes desde que nacimos y el camino nos va a llevar hasta la muerte. Hay un dicho que dice que en el camino está Dios y Cristo es el camino. En esa idea me encierro también yo”, dice Salvador quien, vivo y activo como les dije, perteneció a la Junta de Deportes y, actualmente, pertenece a Amigos Pro-Templo, al Consejo de Cultura, al Centro de Historia del que fue co-fundador, a Vigías de Patrimonio, deportista, y al Comité de Concertación Social en el que “trabajamos por la defensa de la vida, el agua y el territorio luchando para que a estos pueblos no lleguen las multinacionales y locomotoras mineras a hacer daño”, remata Jesús Salvador Hernández sugiriéndonos que el arte no se restringe a ser una mera creación personal sino que la belleza que busca y los sentidos que encuentra se obran, asimismo, con la comunidad que así, mediante el arte y la participación social y comunitaria, se crea y se recrea ad infinitum.

A continuación compartimos tres videos realizados en su orden por Rubén Darío Herrera en compañía del joven estudiante de 10° de la I. E. El Salvador Luis Miguel Correa; Erson Alzate y Carlos Quintero.

Y gracias, Salvador.




1 comentario:

  1. Un bello ejercicio en pos de la vida y la preservación de la memoria. Ese hombre refleja un camino andado a pie,con aroma y dureza y.
    que se has sabido curtir con nobleza y carácter. Gracias.






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